Por Javier Orrego C.
Todos los gobiernos del planeta se encuentran endeudados con los dueños del dinero. Y si se suma el total de la deuda de todas las naciones nos encontramos con la sorpresa de que nunca en la Historia del mundo ha habido tanta riqueza material. Es decir, la humanidad –representada para estos efectos por los gobiernos nacionales– debe una cantidad de dinero que jamás ha consumido, lo que, además de poner en entredicho la soberanía financiera de los Estados, hace surgir la duda respecto a las leyes que regulan la actividad económica en todos sus niveles. Nunca en la historia de la humanidad ha existido la riqueza que los habitantes del planeta le deben a los grandes acreedores del mundo. ¿Cómo se explica este sin sentido?
Todos los gobiernos del planeta se encuentran endeudados con los dueños del dinero. Y si se suma el total de la deuda de todas las naciones nos encontramos con la sorpresa de que nunca en la Historia del mundo ha habido tanta riqueza material. Es decir, la humanidad –representada para estos efectos por los gobiernos nacionales– debe una cantidad de dinero que jamás ha consumido, lo que, además de poner en entredicho la soberanía financiera de los Estados, hace surgir la duda respecto a las leyes que regulan la actividad económica en todos sus niveles. Nunca en la historia de la humanidad ha existido la riqueza que los habitantes del planeta le deben a los grandes acreedores del mundo. ¿Cómo se explica este sin sentido?
En el fondo el dinero escritural o dinero
bancario es un mecanismo que le permite a los bancos privados generar riqueza a
partir de los ahorros de la gente, ya que es dinero creado de la nada que en su
mayor parte va a parar, al final del ciclo, a las cuentas de los dioses del
Olimpo de las finanzas internacionales. El dinero bancario no es otra cosa que
la creación de unidades monetarias artificiales por medio de la simple
anotación de haberes en cuentas de depósito suscritas por los clientes de los
bancos. Esta clase de arreglos se ha hecho aún más fácil con el advenimiento
del dinero electrónico. Es decir, este tipo de dinero representa fondos
ficticios que no tienen asidero alguno en valores verdaderos. No obstante la
mayor parte del patrimonio de los multimillonarios y ultra-ricos del mundo se
basa en este tipo de riqueza imaginaria.
La circulación de este tipo de dinero se ha
convertido en el principal instrumento monetario de las economías del mundo. De
hecho, hay estimaciones que apuntan a que en algunos países la circulación de
este tipo de instrumentos representa hasta un 90% de la circulación monetaria
total. Esto quiere decir que la mayor parte de las economías del mundo asientan
sus pilares en suelo inexistente. La gente compra y vende todo tipo de bienes y
servicios con dinero ilusorio cuyo valor está basado en una simple convención
fundada en la confianza depositada en la actividad regulatoria de los sumos
sacerdotes del sistema, los banqueros.
Sucede más o menos lo mismo con el “dinero
legal” creado por los Bancos Centrales, el cual es emitido por las Casas de
Moneda de los distintos países, siendo reconocido como deuda por los Estados a
los que supuestamente representan.
La fragilidad del entramado financiero
internacional es asombrosa y nadie dice nada en los medios ni en las aulas,
donde se reproducen como moscas los lacayos del sistema. Es el viejo cuento del
traje del emperador... pero los economistas, presos del dogma y de la
disonancia cognitiva –que los hace inventar todo tipo de complejas
explicaciones para no ver al gato en el gallinero–, continúan llevándole el
amén al emperador que va desnudo caminando por entre los escombros de la
economía verdadera. Los sastres estafadores son, para estos efectos, los amos
del mundo que a fuerza de controlar el crédito han llegado a controlar incluso
los mismos centros generadores de conocimiento donde dichos economistas y
estudiosos se forman.
En realidad, la economía mundial ha llegado
a ser una abstracción surgida de unas pocas mentes enfermas. Los resultados de
este modo de pensar son evidentes: concentración de la riqueza, incremento de
la pobreza y la desigualdad, inestabilidad económica, altas tasas de cesantía,
destrucción del medioambiente, crisis moral, depresión generalizada, violencia
social, falta de expectativas, etc. El problema es que la mayoría de los
gobernantes y políticos del mundo –de todas las tendencias– son sólo servidores
de las élites financieras mundiales. Lo más que podemos esperar de ellos es que
sean servidores inocentes. Es decir, que tengan escrúpulos y que, conociendo
desde adentro cómo funcionan las cosas, intenten al menos aminorar los efectos
de la tiranía a que los amos del mundo someten a
los pueblos…
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