En el sitio Web oficial del FMI se lee: “El FMI tiene encomendada la función de supervisar el sistema monetario internacional y hacer un seguimiento de las políticas económicas y financieras de sus 187 países miembros. Esta actividad se conoce como supervisión. Como parte de este proceso, que se realiza tanto a escala mundial como en cada uno de los países, el FMI destaca los riesgos que pueden comprometer la estabilidad interna y externa y brinda asesoramiento sobre los ajustes de política económica necesarios. De esta manera el FMI contribuye a que el sistema monetario internacional cumpla su propósito esencial de facilitar el intercambio de bienes, servicios y capital entre los países, respaldando así un crecimiento económico sólido”.
Con esto se nos hace creer que se trata de una institución de cooperación internacional a la que se adscriben –supuestamente en forma voluntaria– los países que reconocen la necesidad de mantener un sistema estable de compra y venta de sus respectivas monedas. Según la Carta Constituyente del organismo, la misión de éste es promover la cooperación monetaria internacional asegurando la estabilidad del intercambio de divisas, además de facilitar la expansión y el crecimiento equilibrado del comercio internacional, proveer el establecimiento de un sistema multilateral de pagos, realizar préstamos ocasionales a los miembros que tengan dificultades en su balanza de pagos y ayudar a estos países en aprietos a corregir los factores que generaron este desequilibrio.
El problema está en la interpretación respecto de estas correcciones. Como ya hemos visto, el déficit en la balanza de pagos de los países tienen que ver con un aspecto esencial de la economía mundial: la deuda es siempre más grande que la riqueza. El hecho de que esta situación explote en unas partes sí y en otras no obedece en el fondo a razones muy distintas a las que usualmente se cree. Las economías del mundo son, a este respecto, como las piezas del tablero que los amos del mundo mueven a su antojo en función de un juego del que sólo ellos conocen las reglas.
Usualmente las medidas “correctoras” de las economías pasan, casi por regla general, por un ajuste del gasto interno basado en una contracción del presupuesto público en detrimento del gasto social, además de la desregulación del mercado laboral, el aumento de impuestos y la implementación de una estructura de libre mercado que garantice el laissez faire a los magos negros de la especulación, entre otras medidas impopulares. Es decir, la idea es pagar la deuda que los ricos y ultra-ricos de los países han contraído con el sistema financiero internacional a expensas de los ciudadanos, y con el aval del Estado. Aquí los únicos que nunca pierden son los que convirtieron los diez cerdos reales que había en los corrales de las naciones en los miles de millones de cerdos imaginarios que se revuelcan en los corrales ficticios de las instituciones financieras. Así, se critica que la gestión del FMI aborda el problema de la deuda externa de los países pobres resguardando siempre los intereses de los grandes bancos acreedores, agravando con ello las condiciones de vida de la población. En realidad, lo que el FMI supervisa es que el intercambio de bienes, servicios y capitales entre los países redunde siempre en beneficio de lo que se ha dado en llamar la cleptocracia[1] internacional de políticos, burócratas y banqueros que han secuestrado al mundo.
Hay que
entender que, como en el caso griego, los “rescates” del FMI no son más que un
salvataje lanzado a los bancos dueños de la deuda del Estado, de modo que el
dinero del rescate no llega nunca a beneficiar al país en su conjunto sino
precisamente a los que han secuestrado la economía de dicho país sobre la base
de la multiplicación de la deuda pública y privada. En el caso griego, la mayoría
de estos “secuestradores” son bancos alemanes y franceses.
Este
esquema es parecido al descrito por John Perkins en su célebre libro Confesiones de un Sicario Económico
donde relata el modus operandi de los
emisarios de un puñado de grandes corporaciones estadounidenses –reclutados
nada menos que por la National Security Agency (NSA)
de los Estados Unidos–, para estafar a países del Tercer Mundo prestándoles más
dinero que el que podían pagar. El objetivo de estas operaciones, que
comenzaron a llevarse e a cabo a fines de los sesenta y principios de los
setenta, era hacerse con el control de las economías de estos países y echar
mano de sus materias primas. Según las confesiones de Perkins, estas maniobras
se hicieron en connivencia con el FMI y el Banco Mundial. Los emisarios
llegaban a los países a ofrecer importantes acuerdos comerciales, así como
planes de construcción de infraestructura, puentes, carreteras, puertos, etc.
Obviamente, para asegurar la firma de los contratos se pagaban cuantiosos
estipendios a la elite dominante local. Los fondos se gestionaban luego a
través del Banco Mundial e iban directamente a estas corporaciones... pero la
deuda era contraída por los Estados.
En el
año 2008 el presidente de Ecuador, Rafael Correa, se rebeló ante las presiones
del FMI que exigía que se destinara al servicio de la deuda nada menos que el
50% del presupuesto anual de la nación. Por otro lado, convocó un Comité de Auditoría para analizar
la deuda pública. Este comité descubrió un sinnúmero de operaciones ilegales
del tipo de las descritas por Perkins que, contraídas por el Estado
ecuatoriano, beneficiaban sólo a una minoría opulenta. La develación del fraude
y las medidas tomadas para corregir la situación significó un ahorro para el
Estado de unos 7.000 millones de dólares.
Este es
sólo un ejemplo del oscuro trasfondo de la globalización y el modo como opera
el sistema financiero internacional de la mano del todopoderoso FMI y el resto
de las instituciones escudo de la oligarquía mundial.
La creación
de una nueva unidad monetaria de reserva
Pero
las cosas son aún más turbias de lo que parece en estas alturas de la pirámide
del poder mundial. Desde hace un tiempo se viene hablando de la necesidad de
crear una moneda global para reemplazar la hegemonía del dólar. Esta reforma
del actual sistema monetario internacional, vigente desde la supresión de los
acuerdos de Bretton Woods por parte del gobierno de los Estados Unidos a
principios de los setenta, ha sido propuesta, entre otras instancias, por la
misma ONU, como lo revela un informe presentado durante la Conferencia de
las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) celebrada en Ginebra
el año 2009.
Según
este informe, el sistema monetario vigente ha sido el gran responsable de la
actual crisis financiera que atraviesa el mundo. El estudio sostiene que el
papel del dólar como moneda de reserva mundial debe ser revisado, tal y como
vienen exigiéndolo las principales economías del mundo, en especial Rusia y
China. La idea sería sustituir al dólar por una moneda artificial, medida que,
según se sostiene, resolvería los problemas de déficit en las cuentas
corrientes que presentan algunos países por falta de ahorro ayudando así a la
estabilidad financiera internacional. Además, el actual sistema depende de la
política monetaria del banco central que emite la moneda de reserva mundial, es
decir la Reserva Federal de los Estados Unidos. El problema es que las
decisiones de la FED se toman de acuerdo a las necesidades internas de los
Estados Unidos sin tener en cuenta las necesidades de los demás países. Por lo
mismo, la propuesta supone la creación de una especie de banco central a nivel
mundial que se encargue de mantener la estabilidad de los tipos de cambio sobre
la base de esta nueva unidad monetaria internacional. Es decir, estamos a un
paso de que el FMI se transforme el Banco Central del mundo ubicándonos en la
frontera de la implementación de un gobierno mundial todopoderoso regentado por
un puñado de oligarcas y burócratas sin escrúpulos.
A fines de marzo de 2009, el director del Banco
Central de China, Zhu Xiaochuan, dio un discurso llamando a una reforma del
sistema monetario internacional fustigando a los dirigentes occidentales por
permitir que la banca se descarriara debido a las malas regulaciones. Zhou
sostuvo que la actual crisis financiera se hizo más grave por las debilidades
inherentes del actual sistema monetario internacional y pidió un cambio gradual
hacia el uso de Derechos Especiales de Giro del FMI
como moneda de reserva mundial de gestión centralizada. Según él, esta medida
resolvería las insuficiencias de la utilización de una moneda nacional como
moneda de reserva mundial siendo el primero en reflotar la idea del bancor
proponiendo la utilización de los Derechos Especiales de Giro del FMI para
asumir ese papel.
Posteriormente, el día 16 de junio de 2009 el
presidente de Rusia Dimitri Medvédev, en una Conferencia de países asiáticos
acaecida en Ekaterimburgo, se pronunció en parecidos términos llamando a la
creación de una nueva moneda de reserva basada en una ampliación del mecanismo
de los DEG del FMI. Casi un mes más tarde, Medvédev presentó la nueva moneda en
la Cumbre del G-8 celebrada en la localidad de L’Aquila, Italia. La moneda, que
llevaba el lema “Unidad en la Diversidad” fue acuñada en Bélgica y presentada a
los jefes de las delegaciones, entre ellos Obama, Sarkozy, Merkel, Berlusconi,
etc.
Otro
documento[2],
esta vez originado desde el interior del propio FMI durante el año 2010, hace
recomendaciones similares dándole incluso un nombre a la futura moneda: el “bancor”,
denominación que fue sugerida originalmente por John Maynard Keynes, uno de los
economistas más influyentes del siglo XX, participante en los acuerdos de
Bretton Woods como cabeza de la delegación británica.
Esta
propuesta no hubiese podido ser siquiera formulada hace unos años atrás cuando
el dólar era efectivamente la moneda más estable y segura del mundo. Pero el
colapso de la economía estadounidense, según algunos orquestado por las mismas
manos que controlan las finanzas mundiales, ha permitido entrar en este
capítulo de la historia en que, al parecer, se aproxima un nuevo giro de timón
en dirección a acrecentar el control planetario por parte de los amos del mundo
a expensas de la nación más poderosa del mundo. A estas alturas, no cabe duda
que los acontecimientos mundiales se dirigen hacia un debilitamiento de los
estados nacionales en función del surgimiento de un gobierno planetario
centralizado.
La
caída de Stauss-Kahn y sus repercuciones
Lo
curioso de todo esto es que los acontecimientos internacionales, si bien
orientados en la dirección descrita, parecen confirmar la existencia de ciertas
disensiones al interior de las cúpulas financieras, toda vez que han surgido
grietas en la unidad monolítica que sus esfuerzos de control representan. A
este respecto es sintomática la caída del ex director del FMI, Dominique
Straus-Kahn cuyo proyecto implicaba, en efecto, la inminente implementación del
bancor como unidad monetaria global con la consiguiente transformación del FMI
en la principal entidad financiera del planeta en detrimento de la FED. Esto,
por supuesto, traería como consecuencia una significativa pérdida de influencia
de los Estados Unidos sobre el mundo, cuestión vista con malos ojos por la
todopoderosa camarilla de banqueros de Wall Street, fundadores y
administradores de la FED. De modo que la fracción estadounidense de dicha
cúpula –representante de los intereses del complejo industrial militar
estadounidense, con importantes conexiones en Israel– estarían defendiéndose
como gatos acorralados frente a los planes del resto las familias,
representadas a estos efectos por la Casa Rothschild.
Según
muchos analistas, es imposible comprender la caída de Strauss-Kahn –quién por
lo demás era el casi seguro sucesor de Sarkozy el en Palais de l'Élysée hasta
que estalló el escándalo– sin situarla en el contexto de este proyecto de
creación de esta nueva unidad monetaria, cuyo primer paso estaba previsto para ser dado durante el mes
de mayo de 2011.
Las
cosas ocurrieron más o menos así: en la Cumbre del G20 celebrada en Londres el
día 2 de abril de 2009 Estados Unidos se vio obligado a aceptar un
significativo incremento en los recursos asignados al FMI, así como una
asignación extra de Derechos Especiales de Giro (DEG)[3]
con el objeto de inyectar a la economía mundial unos 250.000 millones de
dólares destinados a aumentar la liquidez global. Los DEG son, según la
definición que da el propio FMI, activos de reserva internacional creados para complementar las reservas oficiales de los
países miembros. Su valor está basado en una cesta de cuatro monedas fuertes
fundamentales, a saber: el dólar, la libra esterlina, el euro y el yen. Este
instrumento –creado en 1969– es, en el fondo, una especie de moneda artificial
concebida para reemplazar el oro en las transacciones internacionales,
razón por la cual suele ser llamado “papel de oro”. En realidad se trata de
créditos que las economías más poderosas pueden emitir en favor de países con
déficit comercial. Sin embargo, pese a las expectativas iniciales, los DEG
hasta ahora no han sido de mucha ayuda y rara vez son utilizados.
Pues
bien, se presume que la estrategia de Strauss-Kahn pasaba por basar la futura
creación del bancor en estos DEG. Además, se había acordado la creación de un
Consejo de Estabilidad Financiera para ayudar a mejorar el funcionamiento de
los mercados financieros mundiales y reducir el riesgo sistémico a través de un
perfeccionamiento en el proceso de intercambio de información favoreciendo con
ello una mayor cooperación internacional. Evidentemente, la paulatina
implementación de las medidas tendientes a favorecer este cambio de reglas de
la institucionalidad financiera mundial se encaminaba hacia una pérdida de
control de los avatares de la economía mundial por parte de los amos de Wall
Street.
En
resumen... no podía tardar en estallar la crisis. Strauss-Kahn era, además, una
víctima perfecta dada su fama de playboy adicto al sexo. Las nuevas
orientaciones del FMI bajo el mando del político socialista hubiesen acarreado
graves efectos sobre el carácter hegemónico de la economía estadounidense y de
su aparataje militar financiado por medio de la creación de deuda.
Por lo
demás, la posición del ex-director del FMI respecto al tema de Grecia era
muchísimo más moderada que la de los países de la línea dura representados por
los gobiernos de Estados Unidos, Alemania y Francia. En realidad Strauss-Kahn
intentaba alejar al FMI del papel de malo de la película que venía siendo su
línea de acción desde los años 70.
Además, hay que hacer notar la poco conocida
conexión entre la caída de Strauss-Kahn con el desplome casi simultáneo del
régimen de Kadhafi en Libia, país poseedor de inmensas reservas de oro, además
de considerables reservas monetarias y de fondos soberanos. Ocurre que Trípoli
tenía un rol fundamental en el experimento del ex-director del FMI pues se
estaban haciendo los preparativos para basar la moneda del país, el dinar, en
los mencionados DEG. En un principio los planes de Kadhafi pasaban por la
creación de una moneda panafricana basada en el oro, pero al no lograr
concretar la idea había dado un paso decidido para unirse a la propuesta de
Zhu. Por supuesto, los movimientos de Khadafi eran seguidos de cerca por otros
estados árabes, como Túnez, Egipto y Siria. Khadafi quería convencer a los
demás países productores de petróleo de la región que en adelante las compras
de crudo se hicieran en dicha moneda. Es decir, la idea era cambiar riqueza por
riqueza remplazando al dólar, dada su falta de respaldo real, por una divisa de
verdad. Por supuesto, el conveniente estallido de la sublevación congeló no
sólo estos planes, sino todos los fondos del Estado libio en el extranjero. He
aquí el oscuro trasfondo de la llamada “primavera árabe”
Según afirma el periodista y activista político
francés Thierry Meyssan[4], en
el momento de su detención, Strauss-Kahn se encontraba saliendo desde Nueva York
a Berlín para conversar de todas estas cosas con la Canciller alemana, Ángela
Merkel.[5] La
siguiente parada era Trípoli.
De modo que gran parte de los fatídicos
acontecimientos que el mundo ha contemplado en los últimos meses –los cambios
en la dirección del FMI, la crisis griega y sus consecuencias globales, el
déficit de la balanza de pagos de los Estados Unidos, la primavera árabe y la
caída Khadafi, además de la caída y desestabilización de otros gobiernos de la
zona, entre otros asuntos no menores– no son más que las esquirlas de una gran
conflagración financiera de proporciones jamás vistas que está ocurriendo en
estos mismos momentos a ojos vista de la comunidad internacional sin que los
ciudadanos del planeta se hayan dado siquiera por enterados. El triunfo parcial
de los intereses estadounidenses ligados al complejo industrial militar queda
demostrado por la elección de la sucesora de Strauss-Khan, Christine Lagard,
ex-ministra de Comercio Exterior de Francia, formada en los Estados Unidos, cercana
a Zbigniew Brzezinski y ligada, precisamente, a estos intereses.[6]
El dilema de Triffin
En 1960 el economista belga Robert Triffin denunció
una imperfección del modelo monetario internacional nacido de los acuerdos de
Bretton-Woods. Su advertencia, considerada profética a estas alturas, se conoce
desde entonces como el “dilema de Triffin”. La tesis asegura que la economía
estadounidense no puede crear liquidez internacional como no sea por medio del
endeudamiento con otros países, lo que conduce a la mantención de un déficit
permanente en su balanza de pagos, acompañado de un fuerte gasto militar
necesario para asegurar su hegemonía. Es decir, el crecimiento de la economía
mundial provocaría, necesariamente, un mayor endeudamiento de la economía de
los Estados Unidos en un ciclo sin fin. Triffin anticipaba que cuando los
pasivos estadounidenses alcanzaran cierto volumen inmanejable, el Departamento
del Tesoro se vería obligado a detener el incremento de su déficit afectando
con ello el suministro de reservas internacionales. De este modo, frente a la
falta de liquidez, los bancos centrales de los demás países se verían obligados
a convertir sus reservas de dólares en oro reduciendo aún más las reservas
estadounidenses hasta provocar el colapso total del sistema. La solución a este
dilema, según el pensamiento representado por Triffin, pasa igualmente por la
creación de nuevas fuentes de liquidez basadas, por ejemplo, en los DEG del
FMI.
[1]
Del griego clepto (robo, despojo) y cratos (autoridad, gobierno). El término
significa, literalmente, “gobierno de ladrones” haciendo alusión a la
corrupción de las clases gobernantes.
[2]
“Acumulación de Reservas y Estabilidad Monetaria
Internacional”, documento del Departamento de Política y
Revisión del FMI (http://www.imf.org/external/np/pp/eng/2010/041310.pdf),
13 de abril de 2010.
[3] Special Drawing Rights en ingles (SDR).
[4]
Meyssan, además
de ser el fundador de la conocida Red Voltaire y de la conferencia Axis for
Peace, ha sido uno de los principales promotores de la denuncia respecto a
que los atentados del 2001 en los Estados Unidos fueron en verdad autoatentados
preparados por un cartel criminal de representantes en las sombras del aparato
industrial militar estadounidense-israelí.
[5] Entre otras cosas, en Wikipedia
se afirma que “en julio del 2008 Meyssan acusó a Sarkozy de ser agente de la
CIA basándose en informes de un presunto agente y le adjudica el asesinato del
prefecto Claude Erignac. Sarkozy inicia acciones legales contra Meyssan, y éste
se fuga de Francia, fijando su domicilio desde ese momento en Siria. La página
Red Voltaire es quitada del servidor francés por la Corte Suprema, y Meyssan se
ve obligado a subirla nuevamente en un servidor ruso, en el que permanece hasta
hoy”.
[6]
Ver http://www.voltairenet.org/Con-Christine-Lagarde-la-industria.
Javier Orrego C., Fragmento de A LAS
PUERTAS DEL COLAPSO GLOBAL. El mundo de rodillas frente a Los magos negros de la economía mundial
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