El día 23 de enero de 2012, François Hollande, por entonces candidato a la presidencia de Francia, hacía una sorprendente declaración ante unos veinte mil seguidores reunidos en el Parc des Expositions de Bourget, en París: “Mi verdadero adversario no tiene nombre ni partido. No presentará nunca su candidatura, pero nos gobierna. Es el mundo de las finanzas”. Tres meses antes, en octubre de 2011, tres investigadores de la Escuela Politécnica Federal de Zurich (de sigla ETH por su nombre en alemán[1]), expertos en sistemas complejos, publicaron en la revista de difusión académica PlosOne.org un trabajo llamado La Red de Control Corporativo Global[2]. Los autores de este estudio, la economista italiana Stefania Vitali, su compatriota, el experto en diseño de sistemas, Stefano Battiston, y el suizo James B. Glattfelder, especialista en redes complejas, diseñaron un modelo matemático destinado a esclarecer la forma en que se entrelazan las grandes compañías transnacionales alrededor del globo.
El
punto de partida del estudio fue la base de datos Orbis del año 2007[3] desde donde seleccionaron un total de 43.060 empresas
transnacionales con el objeto de analizar la arquitectura de las redes de
propiedad sobre las que se asienta su gigantesco poder. La investigación
concluyó que 1.318 de estas empresas acumulan cerca del 80% de las ganancias
que obtienen este tipo de entidades a lo largo y ancho del mundo. Esto
significa que alrededor de un 3% de estas corporaciones perciben el 80% de las
ganancias de las empresas consideradas en el estudio. Ahora bien, si tomamos en
cuenta que éstas representan lo más granado entre las cerca de 44 millones de
empresas incorporadas en la base de datos Orbis, concluiremos que aproximadamente
un 0,097% del universo total de estas corporaciones concentra el 80% de los
ingresos obtenidos por todas ellas en conjunto.
Pero
eso no es todo. Se concluyó que más allá de este círculo existe una especie de
núcleo de poder interior formado por 147 entidades súper conectadas,
principalmente compañías del sector financiero y consorcios dedicados a la
extracción minera, que controlan en la práctica toda la economía global,
sumando cerca del 40% de la riqueza acaparada por estas sociedades mercantiles
de carácter global. Este pequeño grupo –al que los investigadores no dudan en
aludir como una “súper-entidad”, dándole cierta connotación ontológica que
plantea nuevos desafíos tanto a los investigadores como a los responsables
políticos de los Estados− se encuentra estrechamente interconectado a través de
sus juntas directivas y constituye una red de poder que, según los expertos, se
encuentra permanentemente expuesta al riesgo sistémico, lo que la hace
extremadamente vulnerable al colapso financiero. La crisis financiera de 2008 sería
una prueba palpable de que este tipo de redes puede ser peligrosamente inestable.
Si una empresa importante se desploma o experimenta una baja de sus acciones, la
caída se propaga como la peste. Es decir, la inmensa concentración de poder que
revela la sola existencia de este núcleo es, en la práctica, una espada de
Damocles que pende permanentemente sobre la cabeza de cada uno de los
habitantes del planeta.
Sin
embargo, según los investigadores del ETH, esta estructura no sería fruto de un
diseño intencional, sino que surgiría de manera natural como resultado de las
dinámicas propias del mercado y del mundo del trabajo.
No
obstante, muchos hombres de Estado y pensadores llevan tiempo dando a entender
que esta súper-entidad no sería fruto del obrar mecánico de las leyes del
mercado y el trabajo, sino resultado de la complicidad de un reducido número de
individuos que se solazan moviendo las piezas de la economía planetaria como
diestros jugadores agazapados sobre un tablero de ajedrez. En esta línea, al igual
que Hollande, Woodrow Wilson, presidente de los Estados Unidos entre 1912 y
1920, declaró en su día:
Desde que ingresé a la política, muchos hombres se me han acercado para
confiarme sus pensamientos de manera reservada. Algunos de los más importantes
hombres de los Estados Unidos de las áreas del comercio y de
la industria están asustados de alguien, están asustados de algo. Saben
que en algún lugar hay un poder tan organizado, tan escondido,
tan vigilante, tan interrelacionado, tan completo, que es mejor no hablar
más alto que el ruido de la respiración cuando se lo condena.
Otro
mandatario norteamericano que se refirió a este oscuro poder es el general
Eisenhower quien, tras abandonar la presidencia, hizo mención al poderoso
complejo industrial-militar al que consideraba el verdadero ganador de la
Segunda Guerra Mundial. Se dice que Eisenhower mantuvo conversaciones sobre
este tema con su sucesor, el presidente John F. Kennedy. Más adelante nos
referiremos en profundidad al caso de Kennedy, pero adelantaremos parte de lo
que dijo en su célebre discurso del 27 de abril de 1961 cuando hizo alusión a
la “conspiración monolítica y despiadada, que confía sobre todo en los medios
secretos para extender su esfera de influencia, a través de la infiltración, de
la subversión, de la intimidación”. Es posible que estas palabras, junto a la
amenaza que representaban, contribuyeran a señalarlo como a un hombre al que
había que quitar del camino.
En
palabras de Kennedy: “Es un sistema que ha reclutado extensos recursos humanos
y materiales en la construcción de un tejido hermético, una máquina altamente
eficaz, que combina operaciones militares, de inteligencia, diplomáticas,
económicas, científicas y políticas…”.
Y luego:
“Les pido a ustedes su ayuda en la gran tarea de informar y alertar al pueblo
de América, con la confianza de que con su ayuda el hombre pueda ser aquello
para lo que nació: libre e independiente”. Sin duda, el hombre estaba sobre la
pista de algo grande. No pueden ser casuales estas palabras: “El poderoso
despacho del Presidente ha sido utilizado para fomentar una conspiración a fin
de destruir la libertad de los estadounidenses, y antes de que abandone la
presidencia debo informar a los ciudadanos sobre su destino”.
Ya
sabemos lo que le sucedió al presidente Kennedy.
[1] Eidgenössische
Technische Hochschule Zürich.
[2] Stefania Vitali, James B.
Glattfelder, Stefano Battiston The
Network of Global Corporate Control (http://www.plosone.org)
[3] Orbis es una base de datos
de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que
proporciona información financiera y sobre la propiedad de más de 44 millones
de empresas de todo el mundo, incluyendo banca y aseguradoras.
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