12 de abril de 2013

Introducción del libro LOS DIOSES DEL DINERO

Por Javier Orrego C.

El día 23 de enero de 2012, François Hollande, por entonces candidato a la presidencia de Francia, hacía una sorprendente declaración ante unos veinte mil seguidores reunidos en el Parc des Expositions de Bourget, en París: “Mi verdadero adversario no tiene nombre ni partido. No presentará nunca su candidatura, pero nos gobierna. Es el mundo de las finanzas”. Tres meses antes, en octubre de 2011, tres investigadores de la Escuela Politécnica Federal de Zurich (de sigla ETH por su nombre en alemán[1]), expertos en sistemas complejos, publicaron en la revista de difusión académica PlosOne.org un trabajo llamado La Red de Control Corporativo Global[2]. Los autores de este estudio, la economista italiana Stefania Vitali, su compatriota, el experto en diseño de sistemas, Stefano Battiston, y el suizo James B. Glattfelder, especialista en redes complejas, diseñaron un modelo matemático destinado a esclarecer la forma en que se entrelazan las grandes compañías transnacionales alrededor del globo.  

El punto de partida del estudio fue la base de datos Orbis del año 2007[3] desde donde seleccionaron un total de 43.060 empresas transnacionales con el objeto de analizar la arquitectura de las redes de propiedad sobre las que se asienta su gigantesco poder. La investigación concluyó que 1.318 de estas empresas acumulan cerca del 80% de las ganancias que obtienen este tipo de entidades a lo largo y ancho del mundo. Esto significa que alrededor de un 3% de estas corporaciones perciben el 80% de las ganancias de las empresas consideradas en el estudio. Ahora bien, si tomamos en cuenta que éstas representan lo más granado entre las cerca de 44 millones de empresas incorporadas en la base de datos Orbis, concluiremos que aproximadamente un 0,097% del universo total de estas corporaciones concentra el 80% de los ingresos obtenidos por todas ellas en conjunto.
Pero eso no es todo. Se concluyó que más allá de este círculo existe una especie de núcleo de poder interior formado por 147 entidades súper conectadas, principalmente compañías del sector financiero y consorcios dedicados a la extracción minera, que controlan en la práctica toda la economía global, sumando cerca del 40% de la riqueza acaparada por estas sociedades mercantiles de carácter global. Este pequeño grupo –al que los investigadores no dudan en aludir como una “súper-entidad”, dándole cierta connotación ontológica que plantea nuevos desafíos tanto a los investigadores como a los responsables políticos de los Estados− se encuentra estrechamente interconectado a través de sus juntas directivas y constituye una red de poder que, según los expertos, se encuentra permanentemente expuesta al riesgo sistémico, lo que la hace extremadamente vulnerable al colapso financiero. La crisis financiera de 2008 sería una prueba palpable de que este tipo de redes puede ser peligrosamente inestable. Si una empresa importante se desploma o experimenta una baja de sus acciones, la caída se propaga como la peste. Es decir, la inmensa concentración de poder que revela la sola existencia de este núcleo es, en la práctica, una espada de Damocles que pende permanentemente sobre la cabeza de cada uno de los habitantes del planeta.
Sin embargo, según los investigadores del ETH, esta estructura no sería fruto de un diseño intencional, sino que surgiría de manera natural como resultado de las dinámicas propias del mercado y del mundo del trabajo.
No obstante, muchos hombres de Estado y pensadores llevan tiempo dando a entender que esta súper-entidad no sería fruto del obrar mecánico de las leyes del mercado y el trabajo, sino resultado de la complicidad de un reducido número de individuos que se solazan moviendo las piezas de la economía planetaria como diestros jugadores agazapados sobre un tablero de ajedrez. En esta línea, al igual que Hollande, Woodrow Wilson, presidente de los Estados Unidos entre 1912 y 1920, declaró en su día:
Desde que ingresé a la política, muchos hombres se me han acercado para confiarme sus pensamientos de manera reservada. Algunos de los más importantes hombres de los Estados Unidos de las áreas del comercio y de la industria están asustados de alguien, están asustados de algo. Saben que en algún lugar hay un poder tan organizado, tan escondido, tan vigilante, tan interrelacionado, tan completo, que es mejor no hablar más alto que el ruido de la respiración cuando se lo condena.
Otro mandatario norteamericano que se refirió a este oscuro poder es el general Eisenhower quien, tras abandonar la presidencia, hizo mención al poderoso complejo industrial-militar al que consideraba el verdadero ganador de la Segunda Guerra Mundial. Se dice que Eisenhower mantuvo conversaciones sobre este tema con su sucesor, el presidente John F. Kennedy. Más adelante nos referiremos en profundidad al caso de Kennedy, pero adelantaremos parte de lo que dijo en su célebre discurso del 27 de abril de 1961 cuando hizo alusión a la “conspiración monolítica y despiadada, que confía sobre todo en los medios secretos para extender su esfera de influencia, a través de la infiltración, de la subversión, de la intimidación”. Es posible que estas palabras, junto a la amenaza que representaban, contribuyeran a señalarlo como a un hombre al que había que quitar del camino.
En palabras de Kennedy: “Es un sistema que ha reclutado extensos recursos humanos y materiales en la construcción de un tejido hermético, una máquina altamente eficaz, que combina operaciones militares, de inteligencia, diplomáticas, económicas, científicas y políticas…”.
Y luego: “Les pido a ustedes su ayuda en la gran tarea de informar y alertar al pueblo de América, con la confianza de que con su ayuda el hombre pueda ser aquello para lo que nació: libre e independiente”. Sin duda, el hombre estaba sobre la pista de algo grande. No pueden ser casuales estas palabras: “El poderoso despacho del Presidente ha sido utilizado para fomentar una conspiración a fin de destruir la libertad de los estadounidenses, y antes de que abandone la presidencia debo informar a los ciudadanos sobre su destino”.
Ya sabemos lo que le sucedió al presidente Kennedy.




[1] Eidgenössische Technische Hochschule Zürich.
[2] Stefania Vitali, James B. Glattfelder, Stefano Battiston The Network of Global Corporate Control (http://www.plosone.org)
[3] Orbis es una base de datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que proporciona información financiera y sobre la propiedad de más de 44 millones de empresas de todo el mundo, incluyendo banca y aseguradoras.

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