9 de abril de 2013

El Banco Mundial

Por Javier Orrego C.

Nacido también en 1944 a partir de los acuerdos de Bretton Woods, el Banco Mundial es una especie de cooperativa en que sus accionistas son los 187 países miembros. Nace, de hecho, como una extensión del Banco Internacional para la Reconstrucción y Fomento (BIRF), un organismo ideado para socorrer a los países europeos después de la Segunda Guerra Mundial. El objetivo principal de la institución es la reducción de la pobreza por medio del apoyo económico a los países pobres y en vías de desarrollo. De todos modos, siempre ha estado en el ojo del huracán de las críticas pues se le acusa de mirar para otro lado ante los abusos de poder perpetrados por las cúpulas financieras del mundo a través de sus esbirros del FMI.
En el presente, bajo el auspicio del Grupo del Banco Mundial (GBM), la institución se estructura en función de cinco organismos satélites que se encargan de la otorgación de créditos y donaciones a países pobres y en desarrollo, así como del suministro de capitales para el sector privado de estos países. Además, provee de seguros y garantías contra riesgos y pérdidas de las inversiones privadas ante eventos políticos o de cualquier otra naturaleza. También presta, a través del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas e Inversiones (CIADI), servicios internacionales de conciliación y arbitraje para ayudar a resolver disputas financieras. Con sede en la ciudad de Washington, el organismo tiene oficinas en más de 100 países, contando con más de 10.000 funcionarios.
Las políticas económicas promovidas por la institución ponen énfasis en determinadas reformas estructurales que los países miembros y beneficiarios han de adoptar necesariamente con el fin de asegurar el desarrollo sostenible y la reducción de la pobreza. Estas medidas básicamente apuntan a la supuesta necesidad de redefinir el rol del Estado y promover la libre competencia, sintetizando con ello la médula del pensamiento neoliberal amasado en los organismos financieros internacionales –es decir, el Banco Mundial, el FMI, la FED, etc.– y los principales centros de pensamiento económicos asentados en Washington D.C. El llamado neoliberalismo representa, en el fondo, la institucionalización de un modelo económico centrado en la globalización. Es el reino de los tecnócratas que se complacen en mirar los procesos económicos desde las alturas concentrando sus estudios en los índices macroeconómicos y pregonando, urbi et orbi, las bondades del libre mercado como mejor garante del equilibrio institucional y el crecimiento económico de los países. Se entiende que la implementación de una economía globalizada es el primer paso para la futura extinción de los Estados nacionales.
Básicamente estos ajustes estructurales apuntan hacia una mayor disciplina presupuestaria disminuyendo el déficit de los presupuestos públicos (en síntesis, el recorte del gasto social), la implementación de reformas tributarias que amplíen la base de los impuestos (reduciendo los más altos), la liberalización de los tipos de interés, el fortalecimiento del tipo de cambio, la liberalización del comercio internacional por medio de la disminución o extinción de las barreras aduaneras, la eliminación de barreras para las inversiones extranjeras, la privatización de las empresas públicas, la desregulación de los mercados y la protección de la propiedad privada. En resumen, la idea es crear las condiciones propicias para que el pez más grande se coma al más chico.
Hay una convención tácita que establece que el Presidente del Banco Mundial ha de ser siempre de origen estadounidense, mientras que el Director del FMI será de origen europeo. 

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